ESCUELA DE PADRES Mi Primer Cole.
APRENDER A PENSAR EN POSITIVO
Y esto se empieza desde
pequeñitos, muy pequeñitos.
Hemos querido traer este artículo
íntegro de Enrique Rojas a nuestro Blog por la importancia que tiene pensar en positivo para la educación de
nuestros hijos y para la educación de nuestros alumnos. Nuestros niños, seamos padres o docentes, nos
miran constantemente para copiar nuestro comportamiento, nuestros modelos de
conducta. Que más importante que mostrarles un comportamiento de pensamiento en
positivo para que ellos lo copien y les sirva también en el medio y largo plazo
como modelo de vida.
Se habla mucho últimamente de
"resiliencia", capacidad de afrontar la adversidad saliendo
fortalecido; y siempre estamos trabajando el fomento de la autoestima positiva.
Pues bien, para constituir ambas sólidamente,
podríamos intuir que es necesario aprender a pensar en positivo.
Os invitamos a leerlo y
reflexionarlo como una actividad más de nuestro programa de Escuela de padres.
APRENDER A PENSAR EN
POSITIVO
Por Enrique Rojas
"Educar es seducir con lo valioso, es convertir a alguien en
persona cada vez más libre. Educar es enseñar a pensar. La cultura consiste en
enseñar a vivir"
El optimismo es una forma
positiva de captar la realidad. Ser una persona positiva es algo que se
aprende. Es un tarea personal que lleva tiempo. Un trabajo artesanal. ¿Qué definición
podemos dar que cubra el espectro de este concepto? El optimismo es una actitud
característica por la tendencia a descubrir más lo positivo que lo negativo y a
ver o esperar lo mejor, a pesar de las apariencias. Trataré de explicar la
definición que propongo. Es ante todo una actitud,
lo que quiere decir que una disposición, el modo habitual de reaccionar
ante algo, es como una postura, un ademán. No es algo genético, sino adquirido.
No está en el equipaje hereditario, sin más, sino que es algo que se ha ido
alcanzando mediante esfuerzos repetidos.
La siguiente palabra que empleo
es la tendencia a que quiere expresar una inclinación que es un aprendizaje que
nos va llevando de la mano a descubrir lo que está debajo de las apariencias.
Hay cosas que se ven, hechos que se observan con claridad... pero hay otros que
se esconden por debajo, que se camuflan, y es menester un trabajo de
espeleología para perforar la superficie e irnos hacia la profundidad. Es
desvelar lo que está oculto. Pensemos en tantas circunstancias de la vida
ordinaria, en donde aparece el fracaso, algo que nos ha salido mal; un problema
económico grave, una enfermedad, una humillación contemplada por muchos... La
lista de experiencias negativas de la vida es el cuento de nunca acabar.
En psicología debemos distinguir
dos tipos de traumas. Los macrotraumas, que son impactos de gran
alcance que son históricos en la vida de una persona, por la importancia y
magnitud de los hechos. Desde la ruina económica, el perder una trabajo, la
muerte de un ser querido en primer grado de forma inesperada y accidental,
pasando por un inventario amplio y diverso. Y de otra parte están los microtraumas, que son vivencias
pequeñas, de mucho menos nivel de intensidad, pero que forman un glosario, un
sumatorio que pesa en exceso.
No hay árbol que no haya sido
azotado por el viento. La vida es la gran maestra. La vida enseña más que
muchos libros. Eso es la denominada experiencia
de la vida un saber acumulado de acontecimientos de muchos años, que forman
un magma en nuestro subsuelo y nos muestran unas lecciones rotundas. Es una
sabiduría almacenada en los archivos de nuestra memoria. Y está ahí.
Pero ¿cómo podemos aprender a
pensar en positivo?, ¿qué hacer para educar la mirada psicológica para que se
detenga más en lo bueno que en lo malo?, ¿cómo hacer? Se trata de una educación de la mirada psicológica que
anota lo negativo y lo positivo de cada circunstancia, pero sabe quedarse más
con lo segundo, y eso le lleva a pensar que aquello puede y debe cambiar. Y
pone los medios adecuados para intentarlo, a pesar de los pesares. Educar es
seducir con lo valioso; es convertir a alguien en persona cada vez más libre.
Educar es enseñar a pensar. La cultura consiste en enseñar a vivir.
Uno de los padres de la
denominada Psicología positiva es Martin Seligman, que ha dedicado su vida a
esta corriente y que viene a subrayar que el optimismo es una `pretensión que
se alcanza teniendo la idea en la cabeza de que todo puede mejorar, por muy
adversos que sean los acontecimientos personales. De hecho ningún pesimista ha
investigado nada a fondo, ni ha sido capaz de embarcarse en descubrir algo que
ayude al ser humano a mejorar e la ciencia, en la medicina, en la tecnología.
El optimista propone soluciones, otea el horizonte buscando una alternativa, se
cuela por los entresijos de lo sucedido buscando un atajo que le lleve a un
paisaje mejor.
No olvidemos que nuestra primera aproximación a la realidad
es afectiva. Y lo decimos con claridad: me gustó aquel sitio, esa persona
ni me cayó bien, etc. Dicho de otro modo: los
sentimientos influyen en nuestra forma de pensar. Y esto lo sabemos bien
los psicólogos y los psiquiatras. Cuando nos sentimos bien, vemos las cosas de
otra manera. Hay parte de nuestro cerebro que regula las emociones y modifica
la forma de organizar nuestras ideas. Esto lo ha estudiado con detenimiento el
psicólogo y más tarde economista, y finalmente premio Nobel de Economía, Daniel
Khaneman, y lo expone en su libro Pensar
rápido, pensar despacio (Ed. Debate. Madrid, 2013), que viene a decir que
todo depende del análisis que uno hace de los sucesos que está estudiando. Todo
está en nuestra cabeza. La clave está en entrar en el carril mental positivo
para investigar mejor la realidad.
Bien, quiero concretar y espigar
algunos argumentos para enseñar a tener un
pensamiento más positivo.
1. Por debajo de los
acontecimientos negativos, se esconde una carta buena que toca a cada uno
descubrir: Hay que colarse en ese pasadizo y llegar a ese punto luminoso. Se
necesita querer y paciencia. Lo
primero es determinación; lo segundo, saber esperar y saber continuar.
2. Hay que levantar la mirada,
dejar lo inmediato por lo mediato. La respuesta está en la lejanía. Hay que
tener una visión larga de la jugada. De ese modo, hay derrotas fuertes que en
el curso de un cierto tiempo se convierten en auténticas victorias. No quedarse
en el hoy y el ahora. El cortoplacismo no es buen camino. Nos vamos al medio y
largo plazo. Esa es la mirada inteligente.
3. Hay que aprender a crecerse en
las dificultades. Hay dos notas fundamentales que se hospedan en el pesimista:
el derrotismo, que no es otra cosa
que adelantarse en negativo, pensar que las cosas saldrán mal; y el victimismo, creer a pies juntillas que
uno siempre sufre daños y es perjudicado y que las cosas son así y a menudo
circulan por ese derrotero.
4. El optimista es un luchador
nato. No se viene abajo cuando las cosas se ponen difíciles o no salen como él
esperaba. Enseguida viene la perseverancia para echar una mano y por eso lucha,
se esfuerza, insiste, vuelve a empezar, se levanta, es el tesón el que tira de
él, el empeño por no darse por vencido. Lo dice Unamuno en su Diario íntimo: "No darse por
vencido, ni aún vencido, no darse por esclavo, ni aún esclavo". Si esto se
va practicando, poco a poco, gradualmente, se convierte en una segunda
naturaleza.
Quiero poner dos ejemplos
históricos de lo que acabo de comentar. Empezaré por Tomás Moro. Enrique VIII
lo manda a la cárcel por no firmar los documentos de su nulidad conyugal y
muere en la Torre de Londres en 1535. En las páginas de su último libro, Cartas desde la cárcel, dice que está
contento, que se siente feliz "porque muero fiel a mi Dios y amigo del Rey".
La felicidad no depende de la realidad
que uno hace, sino de la interpretación de la realidad que uno hace. No ha
tenido Inglaterra en cinco siglos un personaje del calado moral de él.
Otro ejemplo: Steve Jobs. Fundó
Apple en 1976 en el garaje de su casa. En 1982 fue portada de Time y ya era un personaje en su país.
Hijo de la relación de un emigrante sirio y una americana de origen suizo. Lo
entregaron en adopción a una pareja de clase media-baja. Paul y Clara, de
origen armenio. El era maquinista ferroviario, y ella, ama de casa. Se metió en
la droga y se arruinó y en 1985 vendió todas sus acciones. Pero siguió luchando
y volvió a empezar. Y en 1997, la compañía Apple le pidió que volviera. Cuenta
en sus Memorias que el optimismo era
el rasgo más característico de su personalidad. Murió en 2011: su fortuna la
valoró la revista "Forbes" entre las cien más importantes del mundo.
Voy a terminar. El pesimismo goza
de un prestigio intelectual que no merece. Hay dos piezas con las que trabajar
en el puzle de la ingeniería de la conducta: la confianza y la seguridad en uno
mismo. De este modo, somos enanos a hombros de los gigantes. Decía Winston
Churchill que "el optimista ve una oportunidad en toda la calamidad".
La vida es como la navegación a
vela. El pesimista se queja del viento. El optimista espera que cambie. Y el
realista ajusta las velas.
El optimismo es el arte de vivir
con esperanza.
ENRIQUE ROJASCATEDRÁTICO DE PSIQUIATRÍA.
Publicado en: Diario ABC, sábado 9 de mayo de 2015. LA TERCERA, página 3